viernes, 14 de febrero de 2014

Non olet (II)

Dejé en el aire algunas cuestiones en la primera parte de esta entrada sobre mecenazgo y financiación de la cultura. Vuelvo a las sabias palabras del buen Eduard que en algún lado dejó escrito que la cultura genera riqueza, pero la riqueza no genera cultura; ¿cómo revertir las plusavalías que la cultura genera en el propio sector cultural?. Sabias palabras y atrevida reflexión. No creo que nadie tenga aun la respuesta, al menos con un grado alto de certeza. Sin embargo podemos ir apuntando algunas cosas que pasan, han pasado y seguro que seguirán pasando. Que la cultura genera riqueza es algo que está presente en el discurso político, de todos los colores y tendencias, desde hace ya algún tiempo. El problema es que no baja del discurso, que parece que cuesta que los responsables de las políticas culturales públicas hagan algo más que discursos propositivos sobre la importancia de la cultura. A modo de ejemplo, y pondré un ejemplo exterior para no ofender a la fauna local, La Unión Europea, que posee un sólido y coherente discurso sobre la cultura, dedica un 0,18% de su presupuesto a tal asunto. No parece un porcentaje excesivo de recursos presupuestarios a pesar de que la cultura como incentivo a la creatividad y la innovación es un lugar común en los escritos de la UE. De todos modos habrá que dar un repaso por los presupuestos reales del solar patrio para ver si aun llegamos a este porcentaje y comprobrar si nuestros representantes bajan, descienden, aterrizan desde el discurso a la realidad de los números y los recursos. A ojo, por olfato, que reconozco no son métodos muy científicos, me da que no o que casi que no.

Y en esta penuria presupuestaria aparece el mecenazgo como la fórmula para reducir los déficits de los presupuestos públicos. Dicho así, a bote pronto, parece que la cosa es fácil, que funcionará, que hará más autónomos los proyectos culturales, revitalizará la sociedad civil y varios beneficios más. Pero la cosa debe ser más compleja ya que nuestro actual gobierno, el nacional dicho sea sin dobleces, lleva dos años en el tema y nada. Algún borrador y poco más. O sea que nos tienen aquí sentados a la espera del anunciado cambio de paradigma en la financiación de la cultura. 

Por aquello de ilustar, unos datos. Fijándonos en el modelo anglosajón, caso concreto del Reino Unido, en el período 2009/2010 la aportación privada a la cultura fue del 16%, si el 16 no el 160. El resto fue aportación pública, Arts Councils, Department for Culture, Media and Sport, fondos de la lotería (¿lo imaginan aquí?) y otros departamentos gubernamentales. Pero lo que más me interesa es ver el reparto de fondos privados del mecenazgo, el 75% de esos recursos fueron a las grandes organizaciones culturales (ingresos superiores a cinco millones de libras esterlinas) y sólo el 2% a las más pequeñas (menos de 100.000 libras de ingreso). No me lo invento, si compran la revista Periférica encontrarán un berve pero sustancioso artículo de Rubén Gutiérrez del Castillo, persona seria y estudiosa de estos asuntos. Y luego comprobarán que el 68% de las ayudas se concentran en el área de Londres. ¿Qué quiere decir esto? sencillo, que para mi ciudad pequeña, mi barrio, mi pueblo, mi pequeño proyecto habrá cero mecenazgo. 
Sin embargo también existe el crowfunding, el micormecenazgo que le llaman. Y parece exitoso y atractivo, que acude en ayuda de esos pequeños proyectos o que por alocados (innovadores) no encuentran ayudas ni oficiales ni del gran mecenazgo. No está mal, pero a mi me suena a echar a la gente a pelear por los recursos en un mercado escaso. Puede que antes tuviéramos el mercadeo de las subvenciones pero sólo las de la cultura parecían malas y deplorables. las del sector automovilístico, naval, agrícola, ¡financiero!, esas son buenas, mantienen puestos de trabajo ¡cómo si la gente de la cultura ni trabajara ni comiera! Ya se sabe, el sector del cine español no hace más que preparar encerronas al bueno del ministro y hace películas malas que la gente no quiere ni ver.
Esa es mi visión, macenazgo para ricos que no lo necesitan y crowdfunding para pobres a los que antes, mal que bien, asistía lo público. No sigo que me caliento y estas cosas están mejor dichas por mi amigo Eduard en la revista Periférica (disculpen la propaganda pero es el signo de los tiempos) en un esclarecedor artículo que titula ¿Hermanos, cuándo fue que se comenzó a joder aquello de entender la cultura como un servicio público en España? Buen título, mejor artículo.

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