jueves, 10 de abril de 2014

La Legionaria en Cádiz

Montse Torrent es una gaditana de El Puerto de Santa María actriz, poeta, dinamizadora cultural y buena amiga. Hace poco tiempo que se lanzó al reto y trabajo de volver llevar a los escenarios Las mil noches de Hortensia Romero, la novela del recordado Fernando Quiñones y que en su día, creo que en 1979 año arriba o abajo, fue finalista del Premio Planeta. Aunque la obra ya había sido estrenada y llevaba algunas representaciones por varias localidades de Andalucía y de Cádiz, aun no se había dejado ver en la vieja Gades (perdón la pedantería pero es por no repetir Cádiz). La función tuvo lugar en el Teatro de la calle San Miguel, también llamado el Cómico o de Títeres de la Tías Norica. Una restauración de interior casi modélica y un trabajo exterior de fachada como para hacer fusilar al arquitecto, a la fotografía me remito.

A lo importante, que es la obra y su intérprete, había una  cierta expectación en Cádiz, la ciudad venerada de Fernando Quiñones y la fuente de inspiración que le motivó a escribir páginas hermosas y de auténtica literatura. Eso si, un público maduro, entre el que me incluyo, con poca gente joven y que debe hacernos meditar por un lado de el envejecimiento de los públicos teatrales y, de otro, sobre el desencuentro entre la juventud y las artes en vivo. Se trata de algo que García Canclini describe magistralmente en su ensayo Lectores, espectadores e Internautas. La versión de Montse se enfrentaba además al hecho de ser una segunda adaptación a la escena del libro y ya sabemos de los morbos y tendencias de las gentes a comparar y valorar en balanzas. Tengo que decir que, para gloria de Montse, prueba superada. Su versión es suya, propia, adaptada a sus talentos, muchos, y registros, variados. Sin desmerecer de la de Ramón Rivero, ni tratar creo de compararse en una rivalidad que hubiera sido absurda. Ambas versiones tiene su méritos y ambas son buenos espectáculos teatrales, con esos casi cuarenta años de diferencia. 
Montse demuestra que es una magnífica actriz, su trabajo y profesionalidad son capaces de llevarnos desde la carcajada hasta la melancolía y la tristeza en muy pocos  segundos. En el patio de butacas la viuda de Fernando, Nadia Consolani con la elegancia de la dama veneciana que es, y sus hijos Mauro y Mariela, lo que debió ser una responsabilidad añadida para la artista. Al lejos una mujer de raza y una de mis poetas preferidas, Pilar Paz, no podía dejar de citarla.
Cuando tengan oportunidad acudan al teatro y compren su entrada. Pasarán un buen rato, noventa minutos que se hacen cortos. Merece la pena, mientras tanto les dejo este resumen de la obra.


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